LOS HERMOSOS VENCIDOS
EMILIO VILAR
Dos personajes de mi
infancia yacen sepultados bajo un injusto y cruel olvido. Ambos tuvieron una
brillante carrera militar en el Ejército Popular de la II República Española
y los dos vivieron la derrota con dignidad en sus últimos años de vida en mi
pueblo, Sahagún.
Ernesto Güemes, era un
hombre solitario, con aire distinguido al que nunca vi relacionarse con nadie,
soltero, vivía con sus hermanas también solteras. Paseaba silencioso por el
pueblo con sombrero, bastón y gafas oscuras. Solía usar un pañuelo al cuello,
cuidado bigote y tenía amputada la parte anterior de su pie derecho, por lo que usaba unas
botas ortopédicas que me llamaban poderosamente la atención. Me producía
un extraño temor, no sé por qué, quizás escuché algún comentario despectivo de
alguien que lo dibujó como un malvado, un rojo lleno de odio y rencor.
El otro era mucho más
entrañable, Pablo el chatarrero era un personaje del que guardo un gratísimo recuerdo.
En mi infancia los niños le llevábamos a vender metales para sacarnos una
propina, Pablo tenía una paciencia infinita y unas cualidades didácticas que ya
quisieran para sí nuestros maestros. Algunas veces le llevaba una bola de cobre
producto de la búsqueda de varias semanas, él lo pesaba con una balanza romana
y empezaba una improvisada clase de cálculo matemático que uno intentaba evitar
a toda costa. Te decía lo que había pesado tu mercancía, el precio del kilo y
después de unos segundos preguntaba lo
que tenía que pagarte. La transacción acababa siempre con el mismo consejo:
Tienes que aprender para que no dependas de los que saben.
Ernesto Güemes Ramos nació
en Sahagún en 1902. Inició su carrera militar en Africa y en 1923 alcanzó el
grado de Capitán. Posteriormente se retiró con ese empleo hasta el 18 de julio
de 1936. La sublevación militar fascista y su fidelidad a la República debieron
remover su espíritu militar y volvió a vestir el uniforme de infantería, esta
vez con el grado de Comandante. En diciembre del 36 se constituyó en Jaén la 24 Brigada Mixta ,
cuyo mando se encomendó al comandante Güemes. En enero del 37 se acantonó en
Colmenar hasta febrero, que entró en combate en la Batalla del Jarama con una
intervención muy destacada.
Era la semana santa de
1977, aquel Sábado Santo el Partido Comunista fue legalizado. En cuanto saltó
la noticia fui a buscar a Pablo a la chatarrería, estaba cerrada, pregunté por
él en el bar al que solía ir, me dijeron que estaba en su casa de Villamol, un
pueblo próximo a Sahagún del que era natural. No fue difícil dar con su casa,
de adobe y planta baja; la puerta estaba abierta. “Entre quien sea” fue la
respuesta a la llamada de mis nudillos. En la pared del pasillo de entrada
había un tríptico gótico, seguí caminando unos pasos y entré en la cocina en la que Pablo leía junto a
la ventana por la que entraba el sol de aquella luminosa tarde primaveral.
En septiembre de 1937 se crea el XXI Cuerpo de Ejército,
que en abril del año siguiente establece su cuartel general en Binéfar. Allí se
incorpora Ernesto Güemes que el 5 de mayo de 1938 había sido ascendido, por
méritos de guerra, al grado de Teniente
Coronel al mando del Cuerpo de Ejército A. Su misión era la defensa de la línea XYZ , un sistema de
fortificaciones, trincheras y otras edificaciones defensivas
cuyo objetivo era
el de contener la ofensiva de las tropas franquistas sobre Valencia. Su nombre
se corresponde con las coordenadas geográficas usadas en 1936, también se llamó
Cinturón de Hierro de Valencia o Línea Matallana, ya que fue ejecutada por
Manuel Matallana, oficial del Ejército Popular de la República. Fue la
última gran batalla librada en las trincheras, en ella las tropas republicanas repelieron de forma
contundente la ofensiva causando miles de bajas entre los sublevados.
Por fin una visita
agradable, pasa y siéntate, me dijo mientras cerraba el libro. Le pregunté si
el tríptico gótico era auténtico, “será” me contestó mientras se rascaba la
cabeza sin quitarse la
boina. La curiosidad me corroía y no pude evitar mirar la
portada del libro: “Crítica de la razón
pura” de Immanuel Kant. Pablo decía que a fuerza de leerlo veces, alguna
cosa quedaba. Cuando le di la noticia de la legalización del partido se le
iluminó la cara y sus ojos adquirieron un brillo especial, rápidamente encendió
dos aparatos de radio a la vez, “la de Franco y la nuestra, la Pirenaica”, comentó,
hasta escuchar la noticia.
Me dio un abrazo, estaba eufórico como nunca lo había visto.
Al finalizar la Guerra Civil , Ernesto
fue condenado a muerte, aunque la pena le fue conmutada por la de 30 años de
prisión. Fue liberado, quizás por haber sido compañero de armas en la guerra de
Africa de Mola y Franco, pero el régimen franquista le inhabilitó a
perpetuidad. En sus últimos años se ganó la vida dando clases particulares de
contabilidad, matemáticas y otras materias que impartía a vecinos del pueblo
que preparaban oposiciones. Murió en Sahagún en 1970 antes de ser rehabilitado
por el estado democrático.
LOS HERMOSOS VENCIDOS es un relato
incluido en la publicación “Cops Amagats” editado en El Prat de Llobregat (Barcelona)
por Deltaedrica en abril de 2012.