En una ocasión que la camarera que había dado la orden de cierre pasó junto a nuestra mesa la mujer de las diez ensaladas le hizo una seña:
-Mamita, ¿por qué no le sirven al viejito?
-¡Qué va si el helado que queda ya no alcanza ni para ustedes! –respondió la camarera.
La mujer supo que era un pretexto, pero esperó con calma que le sirvieran sus diez ensaladas y entonces llamó al anciano que seguía esperando que el aguacero amainara.
-Abuelo, mire, venga siéntese aquí –le dijo mostrándole una silla vacía a su lado y le ofreció una de sus diez ensaladas- Mire, abuelo, cómase esta.
El viejo abrió su portafolio y sacó varios billetes de a uno y un billete de diez CUC.
El anciano de esta historia se apellida Barreto y ayudó a diseñar Coppelia.
La mujer le dijo: Abuelo guarde el dinero que se le va a perder, no tiene que pagarme nada. El hombre insistió, pero la mujer volvió a repetir lo mismo. El anciano acabó por aceptar pero con la condición de que anotaran su teléfono para cuando fuera el cumpleaños de la mujer o de algunos de sus familiares le llamaran. Él, dijo, era un músico retirado que había acompañado con su guitarra a reconocidos artistas y en agradecimiento al gesto de la mujer estaba dispuesto a buscar una cantante para amenizarle la fiesta.
La mujer se dio cuenta de que el hombre no se podía comer la ensalada porque no tenía cuchara. Entonces se puso de pie y se acercó al lugar donde expenden el helado.
-Me puede dar una cuchara – le dijo a una de las camareras.
-Todas están sucias – le respondieron.
-No importa -insistió la mujer- yo la lavo.
A la camarera no le quedó más remedio que darle la cuchara que, por cierto, no estaba sucia.
Al fondo, y a la izquierda, la camarera que dio la orden de cierre. (Fotos del autor hechas con un celular)
El viejo saboreó el helado y dijo, en tono afable, que él antes de haber sido músico acompañante y también diseñador y ceramista y que había esculpido no se sabe cuántos escudos de la República que ahora colgaban por ahí en no se sabía tampoco cuántas escuelas.
El viejo dijo además que en sus tiempos de diseñador había ayudado al mismísimo Girona a diseñar los planos de Coppelia.
-¿Usted sabe que esto lo concibió Girona?
La mujer asintió con la cabeza.
Después el anciano siguió hablando, entre cucharadas de chocolate, de sus viajes al extranjero como músico y a las artistas famosas que había acompañado con su guitarra. África había cantado con él y Soledad Delgado, acompañada nada menos que por Frank Emilio, también.
Cuando la lluvia cesó la mujer dijo:
-Bueno, abuelo, ya podemos irnos…
Ambos se levantaron y cada uno cogió por su lado ante las miradas ciegas y mudas de los demás comensales.
Tomado de Cubasí