LAS TRINCHERAS DE LA SALUD
Ni
los recortes, ni la escasez de medios, ni la saturación, ni las condiciones en
las que se da atención médica pueden con los profesionales del sistema público
de salud. Única y exclusivamente ellos, para vergüenza de las administraciones,
están manteniendo unos altos niveles de calidad en la atención a las personas.
Todo ello con salarios congelados, recortados y menguantes; y volumen,
dedicación y exigencia profesional crecientes.
Sólo
cuando tu salud entra en crisis, y por la vía de urgencia entras en un
hospital, valoras la labor de esos profesionales. Generalmente los
agradecimientos se dedican al Doctor o Doctora (así con mayúsculas) que con su
preparación y profesionalidad te han sacado de tan delicado trance, y se lo
merecen. En un alarde de reconocimiento haces extensivo tu agradecimiento a
todo su equipo, y ya con la emoción del momento lo amplías a TODO (también con
mayúscula) el personal, del director al portero.
Nunca
he leído un reconocimiento explícito a los camilleros, esos señores (nunca he
visto una camillera) que te trasladan de un lugar a otro del recinto
hospitalario. Aparentemente hacen una labor mecánica, como meros transportistas
de personas sin carnet de conducir, o con éste retirado. Terapéuticamente se
sitúan al margen de la enfermedad, te mantienen conectado a la vida cotidiana y
te sacan momentáneamente de tu lucha contra el miedo. Ellos suelen llevarte a
realizar pruebas o intervenciones quirúrgicas a las que vas con miedo, y los
más valientes, con respeto.
Te
pones en manos de dos señores que a una velocidad considerable sortean absortos
cirujanos, despistados familiares y a otro camillero en dirección contraria,
con verdadera maestría. No hay giro o estrechez que se les resista. Creo que no
admiten mudos, todos entablan brevísimas y muy jugosas conversaciones sobre los
temas esenciales de la vida: la encantadora enfermera nueva de urgencias, lo
del cambio de turnos en los festivos, o el partido del sábado. A la vez buscan
una sonrisa cómplice que les indique que lo han conseguido: te han sacado por un momento de tu
condición de enfermo y sigues siendo el que eras antes. La vida sigue durante
la operación, la quimio, la endoscopia o lo que tercie, con inexorable
normalidad.
Yo
creo que la selección de personal, de este personal en concreto, es muy fina.
Tanto, que ninguna autoridad ni médica ni administrativa ha reparado en ello,
por lo que creo que es una selección natural. En ellos hay una gran dosis de vitalidad y optimismo, de filosofía de calle, de agradable bohemia, expertos
en el lado duro de la vida, y otros muchos perfiles, tantos como camilleros.
Mi
camillero de cabecera me decía que en esta profesión están un poco locos, que
se toman la vida a broma y que algún cirujano le dijo que les envidiaba:
-Pues
haber estudiado para camillero!
Juan
Giraldo González